El vino blanco puede presentar toda la gama de matices desde extremadamente seco a muy dulce, pero lo habitual es clasificarlo en seis categorías principales.

Los vinos "ligeros y secos", que hay que beber cuando son jóvenes, rara vez se añejan en barrica de roble. Se embotellan sin azúcares residuales y son bajos en extractos (el residuo seco que da sustancia, o cuerpo, al vino). Estos vinos deben servirse fríos, solos o para acompañar alguna comida ligera.
Los vinos blancos "secos y amplios" contienen más materia y, aunque se consideren técnicamente secos, poseen los matices aromáticos y la dulzura de los frutos maduros. Son vinos que pueden haber envejecido en barrica. Estos vinos blancos más amplios normalmente pueden envejecer en botella.
Los vinos "aromáticos" proceden de determinadas variedades y pueden ser secos o semisecos.
Los vinos "semisecos" se suelen embotellar antes de que la totalidad de los azúcares de la uva se haya transformado en alcohol. Su ligereza y su débil graduación alcohólica los hacen menos aptos para ser consumidos en compañía de platos consistentes.
Los más "dulces" de todos son vinos intensamente concentrados, que se consumen lentamente porque su materia es compleja.
Algunos vinos se elaboran en diversos estilos: el oloroso jerezano, por ejemplo, puede ser seco o abocado (término medio entre seco y semiseco, algo así como ligeramente dulce).
Métodos de elaboración
Un vino blanco puede también diferenciarse de otro por la manera en que ha sido elaborado. Es posible advertir estas diferencias cuando se comparan vinos que han sido fermentados o envejecidos en barricas con aquellos que no lo han sido.
Además, después de la fermentación algunos vinos blancos se crían en tanques de acero o incluso en barricas, lo que le confiere su característico cuerpo, astringencia y aromas de frutas muy maduras, pasificadas y de vainilla. Son vinos que compiten con los tintos y que pueden acompañar platos más consistentes, propios de los días más fríos del invierno.
No obstante, muchos enólogos, cuando su intención es preservar su carácter fresco y frutal, se decantan por no dejar envejecer exageradamente el vino en barrica. Estos vinos acompañan menús más ligeros, propios del calor estival.
Aunque los productores den a su vino el nombre de una variedad determinada, el estilo puede variar en función del clima y de los suelos de cada parcela. Un chardonnay del norte de Italia, será vivo y fresco, con la acidez propia de las uvas maduras de una región fría, mientras que un chardonnay catalán será más amplio y con matices de frutas exóticas.
Muchos factores dependen también de las elecciones hechas por el productor. Así, un riesling de Alsacia será seco, mientras que los riesling alemanes tienden a ser más bien dulce.
Vinos secos, semisecos y dulces
El control humano en el tiempo de la fermentación determina la cantidad de azúcar que quedará en el vino, y por tanto si se tratará de un vino seco, semiseco o dulce.
Para obtener vinos dulces o semisecos, hay que detener el proceso de fermentación, que se puede hacer mediante procedimientos químicos, añadiendo anhídrido sulfuroso (sulfitos) o bien mediante procedimientos manuales o físicos, enfriando el líquido en el momento en que el contenido de azúcar es el deseado.
Fuente:Vinetur
EA